Vamos a agradecer al Espíritu Santo, que nos ha permitido estar “ Inmersas en la vida de la Trinidad” para “ponernos al servicio de la transformación del mundo con compasión”  (preparación al XV Capítulo general), sintetizando lo vivido a la luz de una breve meditación, que el Padre Arnoldo ofrece en las vísperas de la Fiesta del Sagrado Corazón 9.6 1904(A 31/679-81),... 

en la cual explica la inhabitación del Espíritu Santo en nuestros corazones a partir del Corazón de Jesús, según algunos textos bíblicos importantes.

En un primer momento, recordaremos que El Espíritu Santo nos ha hecho “morada” de la Sma Trinidad, Su templo, según: 1 Re 9, 3, aplicado al “cuerpo de  Jesús “ en Jn 2, 19, 21, y a nosotras como templo del Espíritu Santo-1 Cor 3,16.

En un segundo momento nos acordaremos que “de la plenitud de Jesús hemos recibido gracia por gracia”- Jn 1,6, por medio del amor derramado por el Espíritu Santo Padre en nuestros corazones -Rm 5,5- de tal modo, que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino al Señor -1 Co 6, 19-.

De ahí que, finalmente nos detendremos en nuestro ser “esposa del Espíritu Santo” como María -Lc 1,35- y del” Señor, que nos cuida celosamente como suyas de modo exclusivo-2 Co 11,2- formando parte de la esposa del Cordero, la Iglesia en su gloria- Apc 21, 9-11; 22.

1.El dinamismo del Espíritu Santo recibido en nuestros corazones como en SU Templo

1 Re 9, 3 …”Consagro este templo que me has construido para poner en él mi nombre para siempre; mis ojos y mi corazón estarán en él por siempre”.

Jn 2, 19, 21:..”Destruid este santuario y en tres días lo levantaré”…él hablaba del santuario de su cuerpo”

1 Co 3, 16 No sabéis  que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

Explicación del Padre Arnoldo:

Cuando el Padre Arnoldo se refiere en su plática (A 31/ 679s) al significado del “antiguo templo”, resalta que “mis ojos y mi corazón estarán en él para siempre” -1 Re 9,3-lo considera “imagen”-Vorbild- del cuerpo vivo de Jesús- Jn 2,19, 21. Para explicar esta presencia de Dios en el “cuerpo de Jesús” el Padre Arnoldo parte de la inhabitación de la Trinidad “en nuestros corazones” y muestra como nuestro “cuerpo” en cuanto “cuerpo vivo”- Leib- constituye junto con el “alma” y el “corazón” nuestro ser en el mundo (A 30/327). Esta estructura triple “cuerpo- alma -espíritu” es muy bíblica (1 Ts 5,23) y llamativa en cuanto evita el peligro del dualismo “alma y cuerpo”, que usamos generalmente. De ahí que el enfoque del Padre Arnoldo tiene una gran riqueza antropológica teológica, que nos permite comprender profundamente el dinamismo del Espíritu Santo, que impulsa nuestras expresiones corporales, como hemos visto en estos días de la Asamblea en cuanto propias de toda comunicación, - “comunicación” que para el Padre Arnoldo es el mismo Espíritu Santo. Pero como hemos visto nuestra corporalidad es frágil, vulnerable, incompleta, a través de la comunicación efectiva, el Padre Arnoldo insiste también en la contingencia de nuestro “tiempo”, que no es pleno como el tiempo de Jesús (A 31/680).  Por eso, el Padre Fundador nos pregunta por medio de uno de los textos bíblicos más usado por él, 1 Co 3, 16: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros”? El Padre Arnoldo insiste “Preocúpate que tu corazón siempre permanezca morada de Dios y tome al Sagrado Corazón de Jesús como tu modelo.” (A 31/ 680)

2. El Espíritu Santo, amor del Padre, recibido de la plenitud de Jesús, para pertenecer a EL

 Jn 1, 16: “Pues de su plenitud hemos recibido todos, gracia por gracia”

 Rm 5, 5:…porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”

1 Co 6,19: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?”

Explicación del Padre Arnoldo:

Según el Padre Arnoldo el Espíritu Santo es el amor del Padre recibido desde la plenitud del corazón de Jesús, -plenitud de la Encarnación, concretada en la Resurrección desde la Creación (A 31/680)-Jn 1,16: Jesús tiene a) el poder, de recibir al Espíritu Santo hasta tal plenitud, de igual modo como el sol puede entregar luz y calor al mundo sin perderse a si mismo; b) mereció el envío del Espíritu Santo por su muerte; c) Jesús en cuanto Dios  envia al Espíritu Santo junto con el Padre desde la plenitud de su corazón propio. El Hijo y el Espíritu Santo, ambos son amor. El Espíritu Santo es amor puro del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo procede por decirlo así del corazón de Dios y como El es amor y el amor tiene como símbolo el corazón, el Espíritu Santo procede, por decirlo así, del corazón de Dios. De hecho, el Sagrado Corazón de Jesús es la sede y  el símbolo del amor sobreabundante a Dios y a los hombres, con que el Espíritu Santo llenó este Sagrado Corazon(A 31/680). Este amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, según Rm 5,5, uno de los textos más usados, que el Padre Fundador interpreta de tal manera que nuestro corazón no es una caja de resonancia del amor de Dios, sino nos transforma en amantes suyos, como dice San Agustín. De hecho, estamos siempre expuestas a no realizarnos plenamente, como lo hemos visto en estos días, sin embargo, “nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Dios”, según las Confesiones 1,1, -texto conocido, que el Padre Arnoldo medita con ahinco e insiste con san Agustín “Tu has creado nuestro corazón para ti, o Dios, y está inquieto, hasta que descansa en Ti”. Por eso, Dios es el fin y origen del hombre, a quien el ser humano debe conocer, amándolo. El Padre Arnoldo presta especial atención a la situación dramática de la tensión entre los dos amores, a Dios y al mundo e insiste en que “debemos morir a nosotros mismos, hasta perdernos, para vivir en Dios por el fiel cumplimiento de Su voluntad de Dios”. De este modo, el Padre Arnoldo concluye ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 1 Co 6,19.                                                                                                    

3.El Espíritu Santo: María Su esposa y nuestro ser esposa del Espíritu Santo.

Lc 1, 35: “El ángel le respondió :”El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios”

2 Co 11, 2: “celoso estoy de vosotros con celos de Dios, pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo”  

Apoc 21, 9- 11, 22… me habló diciendo:”Ven, que te voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero”…me mostró la cuidad del cielo, junto a Dios…Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalinoPero no vi Santuario alguna en ella, porque el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero, es su Santuario”

Explicación del Padre Arnoldo

Llama la atención la centralidad del tema de “ser esposa” tanto en vista a “María” como a “nosotras”, ya que el Padre Arnoldo vuelve siempre de nuevo sobre esta nupcialidad, cuando habla a los sacerdotes, Hermanos y Hermanas. Pero lejos de todo sentimentalismo o aversión actual al tema, el Padre Fundador lo comprende dentro del marco de la Alianza de Dios con el ser humano a través de la historia de salvación y sus relaciones multifacéticas en su vulnerabilidad, siempre expuestas a fracasar, es decir a la imposibilidad natural, hecha posible por el Espíritu Santo, como lo atestigua la interpretación de Lc 1,35; a la infidelidad sanada por los celos de Dios, como lo resalta a través de 2 Co 11,2, de tal modo que, en definitiva, la esposa de Cristo es la Iglesia, “templo del Espíritu Santo”, en el cual no hay santuario, porque lo es el mismo Cordero Ap 21,19. Para el Padre Arnoldo  este amor exclusivo de tanta  profundidad trinitaria e índole nupcial, que nos permite ser a modo de María, junto con los sacerdotes, hermanos y hermanas, “esposa del Verbo” y “esposa del Espíritu Santo”, es el origen de la misión que impulsa todo el pensar y obrar del Padre Fundador más allá de ”salvar almas “, -fórmula que casi no aparece en sus escritos. De ahí que el Padre Arnoldo en su consagración al Espíritu Santo en 1837 en Viena, no pide éxito en para sus obras, sino sólo el mayor amor al Espíritu Santo mismo.